viernes, 20 de agosto de 2010

Suya


-Pasa. –escucho su voz proveniente del interior de la habitación.

Nada más cerrar la puerta tras de mí quedo paralizada. No es la primera vez que nos vemos, pero cada encuentro es como si lo fuese, siempre está ese vértigo, no sé si es por todo lo que ella provocaba en mí, o porque nunca sé que esperar de estos encuentros. Nunca sé a qué atenerme. Cada encuentro es diferente. Esta noche podría ser una cena, conversar, compartir algún vino como hemos hecho en tantas otras ocasiones, o podría ser una sesión placentera y dolorosa, no necesariamente en ese orden, todo depende de lo que se le antoje esta noche a Ella.

Pero si de algo puedo estar segura es que, sea lo que sea lo que ocurra, nunca el encuentro es simple u ordinario con Eva.

Y esta noche tampoco lo será. Está especialmente divina, me sorprendí al verla, quedé paralizada, por unos segundos me perdí en los movimientos de su retaguardia mientras caminaba delante de mí al interior de la sala. Viste una camisa blanca, manga larga, con un escote muy sensual, ceñida a su cuerpo, una falda negra sobre las rodillas, entallada a su cintura y que se ajusta perfectamente a sus curvas, realzando sus caderas un poco más anchas, logrando una perfecta simetría con su formidable trasero, y que se conecta finalmente a unas piernas largas sobre un par de tacones finos, exquisitos, que me quedo mirando extasiada.

La visión que tengo ante mi es perfecta, lujuriosa, me atrevería a decir que lasciva. Eva, a sus 45 años, es una mujer que se mantiene muy bien, preciosa, tiene una mirada maliciosa que me seduce, la misma que me hipnotizó desde el primer instante que la vi y que aún hoy lo sigue haciendo. Además siempre transmite elegancia, sensualidad, seguridad en su cuerpo. Pero lo que más me atrae es su imponencia aún si no se está frente a ella, es algo que está más allá de su apariencia, es una sensación que no puedo describir, que lograba dominarme sólo con imaginarla.

Hubiese mojado en este mismo momento mi ropa interior con los fluidos que ya empiezan a manar de mi sexo, si la llevase puesta.

Vuelvo a mi realidad cuando escucho nuevamente su voz.

-¿Te vas a quedar toda la noche ahí? -me dice con una sonrisa maliciosa, al ver mi expresión.

Me percato de mi despiste ya que todavía permanezco en la entrada del apartamento y suspiro un tanto ruborizada.

-No me ha dicho lo contrario. –le digo devolviéndole la misma sonrisa pícara y en tono muy sensual.

Me sorprendo de mi osadía, pero por alguna razón siento que esta noche será distinta. Claro, sin olvidar quien tenía el control. Ella.

-¡Jajajajajajajajaja!

Por su reacción deduzco que mi osadía ha sido bien recibida.

-Eso me gustó. –dice mientras me acerco a ella

Me mira directamente a los ojos y me permite mirarla también, pero me es casi imposible mantenerla. Aunque sus ojos están directamente sobre los míos, puedo sentir cómo su mirada me lee completamente. Así es, soy un libro en blanco y abierto ante ella; en el cual escribe sus deseos y su voluntad.

Se acerca, toma mi mano entre las suyas y empieza a acariciar mi antebrazo para luego ir subiendo sobre mi brazo, ascendiendo sobre mi hombro y cuello y finalmente mi rostro. Tiemblo…

Apenas me roza la piel con la yema de sus dedos mientras su mirada me acaricia, no hay palabras de por medio, sólo nuestras miradas, los suaves roces de sus manos en mi piel, sobre las mejillas, el contorno de mis labios, nuestras respiraciones son suaves pero excitadas, tiemblo…, tiemblo ante su mirada, ante el avance de sus caricias, ansío sus labios, devorarlos. La deseo.

Deseo ser suya, estar a tus pies una vez más.

Sonríe.

-Estás muy guapa, preciosa, elegante.

-Como fueron sus instrucciones –digo mientras me conduce de la mano a tomar asiento, una frente a la otra, en el sofá dispuesto en el salón.

-¿Entonces no llevarás ropa interior bajo tu vestido, no? –Esas palabras, aunque la expresión de su rostro es casi de indiferencia, tienen un tono provocador que me hace sonreír interiormente,.

En respuesta abro más mis piernas, que nunca están cruzadas en su presencia, siempre debía estar disponible para ella. Separo mis piernas sin ningún reparo mostrándole el interior de mis muslos mientras sus ojos, directos en mi entrepierna, constatan mi completa desnudez, a pesar de ir aparentemente vestida, pero no para sus ojos.

No puedo evitar sonrojarme de la vergüenza y sí, también de excitación, al ver ese brillo de sus ojos que muestra lascivia. Me estremezco. No dice nada. Sólo me mira satisfecha, no sólo al comprobar que he cumplido su orden, sino también por lo que empieza a originar en mí entrepierna, eso le causa placer.

Comienzo a sentirme muy, muy caliente con ese acto, noto cómo mi sexo se humedece, siento mis fluidos correr entre los labios de mi sexo hasta humedecer mis muslos. No me sorprendo de mi excitación, con Ella, hasta el acto más simple me provocaba un morbo enorme que me es difícil de contener y no mostrar, mi rubor me delataba.

Se levanta del sofá sin darle importancia a mi deseo mientras me pregunta qué deseo tomar. Esto provoca en mí una mirada de desconcierto que lo dice todo, pero Ella también lo ha dicho todo.

Todo a su tiempo; y cuándo es ese tiempo lo decide Ella, Ella decide la forma en que he de servirle. Mi único deber es esperar y obedecer.

Comenzamos a conversar agradablemente mientras tomamos una copa vino. Lo cierto es que resulta ameno e interesante hablar con Ella, es una mujer muy inteligente, y con un humor un tanto sarcástico que a mí me encanta. Pero lejos de mantenerme relajada dentro de la conversación, me genera cierta tensión sexual y mental. Es inevitable, yo sé que muchas veces sus palabras tenían un doble contenido que le da un giro total a la conversación, y no detectarlas a tiempo me supone un riesgo que no siempre resultaba muy placentero, pero todo es parte del juego…

-¿Nerviosa? –me veo sobresaltada entre su pregunta y mis pensamientos.

-Un poco.

-¿Miedo?

-No.

-Bien. ¿Excitada?

-Muchísimo. –digo en un tono de voz visiblemente nervioso.

-Eso me gusta, aunque simplemente estamos hablando.

-Contigo nada es simple –digo haciendo énfasis en última palabra.

-Jajajajaja.

Nuestras miradas siguen fijas una en la otra, son miradas cómplices, provocativas y llenas de deseo, al igual que sus palabras que juegan a manipular mi mente, mis deseos. Esa mirada maliciosa hace que yo no pueda mantener la mía; me electriza los sentidos, su voz me acaricia, y dominaba mientras sus palabras despiertan mis más profundos instintos, con Eva siempre surge algo nuevo, algo que me llevaba a sentir mucho más allá, a conocerme más como mujer, incluso a entregarme aún más a ella en gestos tan sencillos con una mirada.

-¿Qué crees que pasará esta noche?

Sonrío ruborizándome, es el claro signo de lo nerviosa y excitada que estoy, y claro, a ti gusta, te hace sentir poderosa sabiendo lo que tus palabras causan en mí, lo que puedes lograr con tan sólo hacerme ver tus deseos, eso te atrae poderosamente.

-No sé. Sucederá lo que tú desees que pase. –digo mirándola a los ojos, tratando inútilmente de contrarrestar mi nerviosismo.

-¿Y tú que deseas que pase?
Un gemido suave se escapo de mis labios. ¿Qué es lo que pretende? ¿Me prueba, es una nueva prueba acaso? Está jugando con mi mente... pero de eso se trata ¿no?

-Mi deseo siempre será el tuyo. –digo segura, pero sin tener claro cuál es el propósito de todo esto, pero ¿hay un propósito en todo esto? Cuántas veces ha iniciado este mismo juego de manipulación de mis deseos, juega con mi mente, y a veces el efecto es más tortuoso que un azote, latigazo o humillación.

Dibujas una perfecta mirada maliciosa en tu rostro que me hace de nuevo sacudir.

Por unos minutos el ambiente se vuelve silencioso. Me observa como si tejiera en mi cabeza cada pensamiento, lo provoca, enardece, lo hila a cada reacción de mi cuerpo, la verdad es que soy una extensión de ti, de tus deseos, así de simple. Me somete mientras permanezco sentada en el sofá, callada, ansiosa, nerviosa, atenta, excitada; en espera. “Si, una sumisa siempre espera, espera por las ordenes de su Ama, por sus deseos y caprichos, luego obedece y sirve.” La situación es morbosa, me atrae.

Te veo salir fuera de la habitación. No puedo evitar que mis ojos de nuevo se vuelvan a perder en tu grandioso trasero que se muestra indecente dentro de esa falda. Gimo calladamente, respiro profundamente al percibir el efecto que causa entre mis piernas esa visión. Al recuperar mi conciencia pienso que el momento de incertidumbre de antes ha pasado, si, ha pasado, pero sólo ese instante, la noche aun no ha concluido.

Todo esto me gusta, nos gusta a ambas, para qué negarlo. A ti, te atrae el poder que tienes sobre mí, y a mí, a mí me gusta saberme dominada entre tus brazos, por tus palabras, por ti.
Entra de nuevo en la habitación y algo llama mi atención, es una especie de bufanda negra que trae en sus manos. La incertidumbre vuelve.

-¡Acércate! –me dices.

Seducida por su voz automáticamente me encamino hasta ella. Me obliga a darme la vuelta e inmediatamente sé el uso que tendrá la bufanda al sentirla cubrir mis ojos y ser atada tras de mí. Me agito, la respiración se me hace pesada pero pausada, miles de ideas empiezan a nacer mi cabeza en este instante. Es la primera vez que me vendas. La sensación es indescriptible. Trato de mantenerme en relativa calma mientras me pregunto “¿Qué pretende con todo esto? Es eso, una prueba más, un juego… ¿pero importa? Yo soy tuya y puedes hacer conmigo lo que quieras, sin dame explicaciones”.

Por primera vez siento miedo. En un segundo he quedado totalmente indefensa.

Los pensamientos vienen a mi cabeza como un torbellino. Lo que no sé es qué ideas pasaban por la tuya, no dices nada. Me siento completamente expuesta, expectante, indefensa, húmeda, deseosa, inquieta, tuya; miedosa sí. Siento miedo, pero hasta ahora yo tampoco he pronunciado palabra alguna y soy consciente que en cualquier momento puedo detener esto. “¿Pero lo quiero hacer?”... Sí, el miedo está dando paso a la duda.

En este mar de contradicciones e incoherencias me siento más entregada a ella. Me gusta.
Tras unos instantes de silencio (¿segundos?, ¿minutos?, empiezo a perder la noción del tiempo), escucho sus pasos alejarse un poco. ¿Has salido de la habitación?... ese taconeo me electrizaba los sentidos, la piel y hasta el alma, haciendo latir mi corazón a todo galope, provocando un fuerte estremecimiento en mi cuerpo. Pero no, te siento, aún continuas en el salón, me observabas y aun no sé qué es lo que pretendes.

Permanezco en el centro de la habitación callada, quieta, con el cuerpo erguido, mis brazos cruzados a la espalda, ciega, temblando, ofrecida, expuesta, impaciente, excitada, esperando. Esperando.

Los pensamientos siguen y siguen golpeando mi cabeza, siento los latidos de mi corazón golpeándome en la sien. Sin verte percibo tu presencia, sé que permaneces a pocos metros de mí, sé que me miras, que me observas, que estás pendiente de cada movimiento, de cada reacción mía. Es una prueba, ahora lo sé, pero que intentas lograr aún no lo tengo tan claro, ¿qué respuesta esperas de mí?

Mi agitación aumenta, el tiempo pasa y me siento más y más indefensa, mis dudas se acrecientan, la respiración se me hace más fuerte, más acelerada, me siento desorientada, incluso mareada, los parpados tras la venda me tiemblan, a ciegas trato de buscarte, oírte.

El tiempo va pasando y haciéndose eterno. ¿Cuánto tiempo?... no lo sé. Los pensamientos continúan sacudiéndome, llegan a mi mente pero no logro retenerlos claramente, son fugaces, contradictorios, excitantes, temerosos, me hacen sentir indefensa. Empiezo a impacientarme, a debatirme entre el miedo y el deber.

Puedo decir que no, parar esto, y no por ello estaré faltando a mi deber, a mi entrega, eso siempre me lo ha dicho, “siempre, siempre puedes decir No”. ¿Es momento de decir: no? Es mi decisión. La pones en mis manos y es sólo mía la decisión de confiar y seguir o de entregarme.

El miedo gana terreno. No es miedo a ti, es miedo a la indefensión en que me encuentro, miedo a mi vulnerabilidad, a esta vulnerabilidad que yo he buscado entregándome, miedo de mi misma, miedo de haber sido capaz de llegar hasta aquí.

En mi cerebro se fija una imagen tuya frente a mí, dueña, señora, imponente, sensual. No podía verte pero te siento; siento tu cercanía, tu mirada, sé que lees cada pensamiento mío, cada duda, cada miedo, cada interrogante, así como una a una de las reacción de mi cuerpo, el temblor, la piel erizada, mi pecho subiendo y bajando profundamente agitado, mis labios apenas entreabiertos tratando de llenar los pulmones de aire.

Pese a todo todavía soy capaz de captar el morbo que produce el escenario; escenario que tu habías dispuesto, es tu guión, tu escena, eres tú quien dirige el argumento. Yo, apenas soy parte de ese guión.
¡Y lo disfruto! Si, entre todas esas contradicciones que me atormentan, lo disfruto, lo disfruto porque todo esto no es más que tu deseo y yo soy el instrumento que sirve a tus deseos.
Ahora no soy más que una extensión de ti, tú me conoces mejor que nadie, incluso que yo misma. Ese es mi miedo, comprender que puedes leerme como ninguna otra persona, que sabes mis dudas, interrogantes y respuestas antes que yo. Pero quién tiene que tomar la decisión soy yo.

Mi estremecimiento se hace más fuerte al volver a oír tus pasos en la habitación, tiemblo,…, suspiro y deseo tu siguiente paso. La decisión ya está tomada.
Te siento acercarte, después de un silencio que se ha hecho eterno vuelvo a escuchar tu voz.

-¿Miedo? – me preguntas en un tono de voz profundo.

-No. –digo serena y segura, sí, ahora estoy segura.

Nuevamente el silencio.

Ahora lo comprendo todo. Confianza. Contigo no tengo que sentir miedo, mi entrega a ti debe ser total, ciega en todo momento, nunca dudar de tus ordenes, pruebas, antojos, deseos o castigos. No puedo dudar ni temer.
Y no, no lo hago, confío en ti absolutamente, por eso he permanecido aquí de pie, callada, ciega, ofrecida, entregada a pesar de la duda, no había miedo, ya no. La decisión ha sido tomada.

-¿Segura? –

-Disponga de mí como desee.- dije afirmando con un movimiento de cabeza.
Soltaste la venda de mis ojos.

Abrí los ojos y me miré en el espejo de los tuyos y encontré que te pertenecía y pensé “¿Cómo no entregarme?” cada día soy más tuya, en cada acto de confianza, obediencia y entrega soy más tuya.

Ambas sonreímos.

-Nunca has de tenerme miedo, no puedes sentir miedo de tu Ama, ni tu entrega a de ser por miedo o con miedo.

-Lo entiendo.

Su cuerpo se ha pegado al mío; respiro su olor, mi piel reacciona estremeciéndose al tacto de sus labios sobre los míos en un suave beso. Sus dedos se deslizan sobre mis labios, llegan al borde de mi barbilla y la empujan hacia arriba para luego irse por mi cuello, despacio, bajan por mí pecho pausadamente. El suave roce en mi pecho me estremece y un gemido apenas audible se escapo de mi garganta.

De repente su mano sujetar mi cuello haciendo presión sobre él, me agito y un súbito escalofrió me recorre completa, mi cuerpo se tensa producto de la sorpresa. Mi sexo se humedece aun más, no es miedo, es morbo, excitación. Mi respiración se hace más fuerte, asfixiante tratando de tomar aire mientras mis ojos se sostienen fijos en su mirada. Siento como el aire llega con dificultad a mis pulmones, y en un segundo siento como su lengua húmeda penetraba con furia mi boca mientras la mía va a su encuentro. Me entrego a ella, a su deseo, el beso se hizo rápidamente lujurioso, ávido, oscuro, hambriento, obsceno por esa sensación de absoluto dominio que posee sobre mí en este instante. No puedo mover ni un músculo de mi cuerpo, la opresión de su mano sobre mi cuello me domina, como la sensación de entrega que siento, la misma que no me permite abrigar miedo algún en este acto.
Estoy en sus manos y es la mejor de las sensaciones.

Nunca he estado en esta condición de total vulnerabilidad, ahora estoy completamente segura de cómo de fuerte es mi entrega. He puesto prácticamente mi vida en sus manos, pero no tuve miedo.

Sorprendiéndome a mí misma, me doy cuenta que todo esto me excita. Ha sido una forma más de probar mi confianza en ti.

Abandonas mi boca al tiempo que liberas mi cuello.
Soy completamente tuya.

-Tranquila. Mantuviste el control, eso me gusta, yo no te haría daño. No de ese tipo. –añades maliciosa.

Ambas reímos, ella puede sacarme una sonrisa aún entre lagrimas de dolor o placer.
Comienza a desvestirme, ya no puedo más, sus deseos me están torturando. Poco a poco baja mi vestido, mi única prenda, y a medida que va descubriendo mi cuerpo, su mirada se detiene a observar su posesión.

–Cada centímetro de tu cuerpo, cada sensación de tu piel, cada pensamiento, deseo, es mío, tu eres mía.

Me estremezco ante sus palabras y cuando el vestido finalmente cae a mis pies no pude evitar sentir vergüenza de mi desnudez. No es la primera vez, pero siempre he sentido vergüenza de este acto, quedar desnuda delante de ti significa entregarlo todo.

Mi cuerpo no es sólo un cuerpo que se muestra desnudo, es también una mente y un alma absolutamente desnudas que hoy, más que nunca, ha quedado despojada de límites, entregada, cedida a la mujer que quiero, deseo, a mi dueña. Y esa vergüenza tú la conoces muy bien, sabes mis miedos, dudas, de mi pudor, y también sabes cómo diluirlos todos.
Una mirada basta, la libertad, la confianza, la seguridad y el cariño que encuentro en ella bastan para entregarme a ti de la forma que sea. Entregarte mi cuerpo, mi mente, mi vida. Todo. Tu mirada, aún en la oscuridad me domina y me abrigaba.

-Lo sé. Tú me conoces como nadie.

Sus manos recorren mi espalda, abrazan mi cuerpo acercándome suavemente hasta su cuerpo, acariciando mi piel desnuda mientras mis manos abrazan su cuerpo. Me siento tan inmensa entre tus brazos, no hay mejor lugar para estar.

Levantas mi cara para que pudiera mirarte y encuentro tu mirada orgullosa, sonriente, amorosa y dueña de mí, esa mirada que me hace ser absolutamente tuya.
Tu boca me besa de nuevo, otra vez me entrego a esa boca cálida, a su lengua que juega con la mía mezclando nuestras salivas, me someto. Yo como sin permiso sus labios, muerdo, succiono, lamo mientras nuestras manos recorren, suaves, ansiosas, ávidas nuestros cuerpos. Aunque yo estoy en desventaja porque tú sigues vestida, pero era tan excitante verte aun con ropa que bien vale la pena tomarse el tiempo para desnudarte. Si lo permites. Pero esta noche no será. ¿O sí? Aun la noche no ha terminado…

Me siento feliz de ser suya, de descubrir nuevas sensaciones que me llevan de nuevo al vértigo de tu dominio, a estar bajo tus manos, entregándome a ti a tu manera, sin condiciones.

Y esta noche ha sido una entrega más…



2 comentarios:

sumisa didi dijo...

Cada entrega es unica y especial , aunque no lo expresemos con palabras nuestros Amos si pueden darse cuenta de cada emoción que sentimos, que hermosa y detallada forma de contarnos cada momento de ese dia tan placentero para ti, un saludo

garinoska dijo...

Hola sumisa didi, tienes razón cada entrega es única y especial hacia nuestros amos por eso cada día buscamos una nueva forma de entregarnos un poco más.
Y eso precisamente hago en mis relatos entregarme un poco más…, por tus palabras veo que piensas que es real, lo es, pero no del todo, en él hay mucho de lo que fantaseo, que me gustaría sentir; que siento, algunas situaciones que vivo junto con mi Señora, también esas dudas, limites, temores que siento y que expreso en ellos. Ademas es una manedera de dar un poquito de morbo que Ella sienta cuanto la deseo, lo que me produce.

Gracias por tu visita, saludos.